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A lo largo de su historia, el cine argentino ha incursionado en diferentes estrategias fílmicas para exponer las fisuras políticas, sociales y económicas, tanto en el cine documental como de ficción. En los últimos años, han surgido nuevas posibilidades estéticas que proponen una aproximación a lo marginal de una manera, aparentemente, mucho más directa que lo hecho hasta el momento. Ya no se trata solamente de filmar lo marginal, lo bajo, lo precario, sino de filmar desde la precarización misma, con mínimos recursos y sin grandes pretensiones formales o narrativas. Un cine “bruto”, como el nombre de la productora de José Celestino Campusano. Un cine sin las ataduras de la industria, ni ambiciones estéticas, pero que, sin embargo, está marcando una nueva tendencia en el cine nacional construyendo una estética de lo precario.
Estos nuevos directores, como Campusano o César González (o Camilo Blajaquis), se distancian de aquellos que ya habían propuesto nuevos paradigmas a partir de los noventa -como Trapero, Caetano y Alonso- para plantear un acercamiento al margen desde su propia soberanía en ese territorio. En esta presentación examinaré de qué manera este cine se plantea desde un doble afuera, tanto social y económico como cinematográfico y cómo lo precario se convierte en una posibilidad de narrar lo bruto (lo menor, lo violento, lo relegado) y “a lo bruto”, sin mediaciones, pero caracterizado, al mismo tiempo, por un fuerte efecto de simulación.