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Desde la década de 1980 la investigación de los prejuicios ha evidenciado la presencia de un efecto de desvanecimiento de la expresión de hostilidad hacia las minorías étnicas en los países occidentales con alta industrialización. Dicho hallazgo se ha extendido hacia el estudio de esta expresión hacia otros grupos: las llamadas minorías sexuales. La evidencia empírica se encuentra en aquellos discursos donde la palabra “pero” marca una inflexión en el discurso de las personas que intentan explicar situaciones donde se les hace un llamado a posicionarse ante un argumento favorecedor de las minorías sexuales o se les acusa de manifestar exclusión. “Yo no tengo nada en contra de los homosexuales, pero…” Esta dicotomía entre la expresión del rechazo manifiesto y la permanencia de expresiones sutiles de exclusión es la que ha llevado a los investigadores a considerar que el prejuicio ha encontrado la manera de adaptarse en aras de pasar desapercibido por el enjuiciamiento que conlleva, adoptando nuevas formas de expresión. Tomando como punto de partida la teoría del Prejuicio Sutil y el Prejuicio Manifiesto de los autores Thomas F. Pettigrew y Roel W. Meertens, en 1995, y la Escala de Creencias acerca del Ajuste Infantil en Familias del Mismo Sexo desarrollada en 2009 por Dolores Frías Navarro, dicho ensayo propone analizar la expresión de ambas manifestaciones del prejuicio en los educadores primarios hacia la familia homoparental cubana, un contexto que comienza a retar día a día, los patrones tradicionales de configuración familiar.