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El empleo, la educación o la política, son algunos ejemplos de las conquistas del espacio público por parte de las mujeres en el siglo XX. Sin embargo, ni está todo conquistado ni podemos hablar aún de una ocupación de espacios de manera equilibrada por parte de mujeres y hombres. El espacio público es muy amplio y comprende diversos escenarios. Uno de ellos, el destinado a la fiesta, el ocio, la diversión, sigue sin ser un espacio recomendado para las mujeres. En este último año en España han tenido lugar algunos casos de agresiones sexuales a chicas en espacios de ocio y fiesta. Pareciera, con estos ejemplos, como si tuvieran que estar en casa a una hora prudencial antes de que salgan los “malos”, ya que si permanecen a esas horas por la calle son responsables de lo ocurrido, como muestran aquellos discursos en torno a dónde estaba la chica cuando ocurrió la agresión, a qué horas y de qué manera iba vestida, o si había consumido alcohol o drogas, como si alguno de estos indicadores justificara la actuación de quienes la agredieron. Estos discursos reflejan que parte del espacio público sigue estando vetado para las mujeres: aquellos espacios no están destinados para “las chicas buenas”, como la noche, la fiesta, la diversión.
Propongo analizar algunos discursos públicos en relación al papel de las mujeres en los espacios de ocio, e indagar en las estrategias de resistencia de las mujeres para ocupar estos espacios subvirtiendo el poder patriarcal, siendo “chicas malas”.